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astillas rojas

espectro

espectro

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“Che, vieja…vení!”, pidió desde su cuarto, aquella tarde de penas y melancolías revueltas.           

Yo luchaba con las telarañas de mil recuerdos repatriados y la siesta tediosa de mi monotonía. Pero ese “vení”, había sido cristalino y lejano a su vozarrón de adolescente huraño. La primera frase después de la última batalla… y me acerqué a ver de qué se trataba.           

“Mirá por la ventana, te va a gustar”, murmuró desde su fortaleza de comics entreabiertos.           

Le hice caso.           

Un cielo roto en gotas de hielo, brillaba silencioso. Haces de luz tornasolada, coronaban el marco y en el centro, un arco iris intenso, traslúcido, impactante… cruzaba el horizonte de par en par.           

Me quedé un buen rato ahí, quieta, pensando no sé en qué, hasta que la realidad se interpuso y me arrastró de nuevo a la rutina. Él, sin más palabras. Yo, igual. Un minuto… tres… diez.

Cuando volví al dormitorio, a la ventana, al cielo, todo era nubes detrás de los cristales.

“Viste…? Parece que no está”, interrumpió en voz baja, “pero adentro de esa masa gris, hay un ejército de arco iris, sólo que las gotas no lo saben”

No levantó la vista de sus páginas, pero sé que sonreía…

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